Llegan muestras de cariño por los Fieles Difuntos

El 1 de noviembre de cada año, niñas y niños, apoyados por sus padres, compran suficiente fruta, pan de muerto hecho en la comunidad, además de que preparan un delicioso mole.

Posteriormente, adornan unas canastas con la flor conocida como Cajita de muerto, distinguida por su color amarillo y fuerte pero agradable olor, y colocan sus presentes en las mismas.

La dinámica es que, con mucho respeto y entusiasmo, a partir de las 12:00 horas, las y los niños llegan a la casa de un familiar o amistad, pero por tradición, regularmente se hace con madrinas y padrinos.

El discurso que dan al estar frente a los adultos es el mismo y ha trascendido ya varias generaciones.

Expresan: “Disculpe usted que sea un poco tarde, aquí le traemos una muestra de cariño con motivo del Día de Muertos”.

Los adultos que reciben los presentes, toman lo que hay en el interior de la canasta y se las regresan vacía para que puedan continuar con su recorrido.

Como agradecimiento, les dan a las y los niños algunos dulces o monedas, como gusten hacerlo, deseándoles lo mejor para estas fechas y reconociéndoles que sigan conservando la tradición de los antecesores.

“Así lucen las calles el día 1 de noviembre, con niños y niñas cruzando las calles, dejando sus muestras de cariño y sobre todo, es hermoso ver que lo hacen con toda la formalidad y respeto, muy emocionados, bien arregladitos porque quieren estar presentables a la hora de dejar su canasta”, expresó Josefina Ugarte, habitante de Tamazulápam del Progreso.

Recordó que a pesar de que es una tradición muy viva, algunas personas no siempre participaban (sobre todo en generaciones anteriores) por la falta de recursos económicos para comprar los presentes.

“Yo cuando era niña no participé porque mi mamá no tenía dinero, sólo veía cómo participaban los demás, cuando crecí, me casé y tuve a mis hijos, ellos sí acudieron, les encantaba ir, muy emocionados se arreglaban, boleaban sus zapatos e íbamos a dejar las muestras de cariño con sus padrinos, hoy nos toca recibir lo que nuestros ahijados e ahijadas nos traen”, expresó.

Tradición ancestral

El cronista municipal de Tamazulápam, Félix Amador Reyes Gómez, expresó que “la participación de lo que se consume hacia los demás lleva un profundo mensaje espiritual; recordemos que Cristo en la Última Cena les dio pan y vino a sus Apóstoles, por lo que dar de nuestros alimentos a los demás, es un signo de amor y cariño, como dicen los niños al repartir”.

La tradición ya existía cuando los frailes dominicos llegaron a estos lugares, revela, conocieron la ceremonia muy especial de los mixtecos y, al igual que las danzas, que para los ancestros era una oración, no las quitaron.

“Lo que sí hicieron fue una modificación, ya que al principio los aborígenes o naturales de los pueblos de toda Mesoamérica, que tenían un conocimiento espiritual bastante elevado, acostumbraban sepultar a sus difuntos en los patios de sus casas, pues no había panteones como ahora”, explicó.

En estas fechas adornaban los sepulcros con flores, frutas y otros alimentos que en vida disfrutaron sus familiares y pasado el día de muertos, regalaban lo que en el sepulcro habían colocado, ya que consideraban dichos alimentos algo sagrado, puesto que los finados habían succionado la esencia, entonces se repartían a quienes estimaban como una muestra de cariño.

El cambio que sugirieron los frailes dominicos es que, en lugar de que esos manjares fueran colocados en los patios donde no son aptos para su consumo, hicieran su altar adentro de sus casas, ya que las almas de los finados llegarían hasta ahí y disfrutarían de la ofrenda, por lo tanto, así se hace hasta nuestros días.

 

Nathalie Gómez

Reportera del periódico El Imparcial de Oaxaca, especialista en cobertura en temas de mujeres, comunidades indígenas, cultura, migración y derechos humanos. Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad del Valle de Puebla. Integrante de la red nacional de Periodistas de a Pie.

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