La Sierra Mazateca, tierra de los espíritus

La Sierra Mazateca es la tierra de los espíritus. Para esta cultura la Tierra es plana como una mesa y está sostenida por cuatro postes, uno en cada esquina, que están clavados en el agua. Cuando tiembla es porque se ha movido el agua; más allá de ésta se encuentra el Mar Sagrado. Allí van los shutá-shiné, los curanderos, cuando mueren, con el Padre Eterno.

Al otro lado del mar está sentado Dios, el Padre Eterno. Está sentado en una mesa de plata, sobre la que están sentados un totol y un gallo de plata, y hay todos los animales, que son muestras de los que se encuentran con los hombres.

El agua para los mazatecos es la sangre de Dios. El cielo tiene dos partes, un cielo bueno y un cielo malo, a donde se van “los que cometen faltas en el mundo”. También creen en el mundo subterráneo de la Tierra, “allí hay solo gente mala”.

Cuando una persona enferma los pobladores buscan a un  curandero, que pueda decir cuál es la causa. Los familiares le platican lo que siente el enfermo y el curandero investiga en las velas, en los hongos, en el maíz que acostumbran tirar. Les pide hacer una ofrenda que debe ser enterrada del lado donde se oculta el sol, para que sirva como alivio. El curandero vuelve a la casa cuatro días después, que es el tiempo que se cree necesario para saber qué afectó al espíritu del enfermo. Si su mal es demasiado grave, si ya no tiene alivio, se hace una segunda ofrenda con huevos, copal, cacao, plumas de chachalacas, que es enterrada a las puertas del panteón para pedir que no entre ahí el alma.

Las personas que mueren van con Chicon nyoa k’en es el guardián del inframundo de los mazatecos y desde el 27 de octubre permite salir a los muertos de sus dominios para convivir con sus seres queridos. Ese día desde temprano salen las comparsas de los huehuentones hacia el panteón.

“Realizamos una promesa de pertenecer a ella durante siete años, de lo contrario, los muertos regresarían molestos al inframundo”, escribió el antropólogo Renato García Dorantes en La fiesta grande de los muertos. “El día 27 acudimos al panteón por las almas de los difuntos. Los que apenas murieron no pueden venir pues deben cuidar el inframundo. Después de rezos y cantos de pedimento el chikon deja salir a las almas, en ese momento nos transformamos totalmente, nos vestimos con ropas estrafalarias, lucimos sombreros puntiagudos de bejuco y máscaras de jonote hechas por nosotros mismos y otras de luchadores como El Santo, Blue Demon y Mil Máscaras, nos cubrirnos el rostro para no espantar a nuestros familiares, por eso nos dicen koto xoo ‘los ombligudos’”.

Esta fiesta, explica, tiene la virtud de unir a todos, “es época en que rencores y ofensas se olvidan y perdonan para que los muertos hallen armonía entre los vivos, también se realiza el intercambio de comida entre vecinos, pues muertos y vivos degustaremos una rica ofrenda llena de bebidas espirituosas y comidas de la vieja gastronomía mazateca: mole, caldo de chivo, tamales de tezmole, de mole, de fríjol, blancos, hojaldras, pan de muerto, café, atole agrio, chile atole, aguardiente con frutas (solo para los más machos), totopos, tortillas de mano”.

La festividad de muertos se celebra en todos los municipios mazatetecos: Huautla (Tejao), Chilchotla (Ndaxo), Mazatlán (Chintjai), San Antonio Eloxochitlan (Nguixo), San Pedro Ocopetatillo (Naja), San Lorenzo Cuaucnecuititla (‘ndele chinti), San Mateo Yoloxochitlan (Skajon), San Lucas Zoquiapan (Xo Loka), San José Tenago, Santa María Asunción (Ngui Naxi), San Miguel Hautepec (Nindo j-a), San Juan Coatzospan (chinro) (mixteco), de la mazateca alta así como Ayautla (ngufi), Jalapa de Díaz, San Pedro Ixcatlan (Ningo tse), Soyaltepec Naxi Xkajén y San José Independencia (cerro campana) de la mazateca baja.

Para estos pueblos, el tiempo de muertos coincide con el tiempo de mariposas “que son las almas limpias de los difuntos que llegan, decían los abuelos”.

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