Para Ernesto González Cabrera, participante del concurso de elaboración de figuras con rábanos celebrado el 23 de diciembre de cada año, el evento es imprescindible para preservar las tradiciones en Oaxaca.
Como todos los años, desde 1897, las manos oaxaqueñas esa noche, transforman los rábanos, el totomoxtle y la flor inmortal en composiciones plásticas imaginativas y variadas para disfrute de propios y extraños.
Ahí, el jurado evalúa de manera meticulosa la técnica, el tema, la materia prima y los accesorios utilizados en la confección de las figuras de rábanos, flor inmortal y totomoxtle en sus modalidades natural y decorado.
A sus 79 años ha participado en el concurso desde 2003 y ganado segundos lugares y menciones honoríficas por la calidad de sus creaciones, mismas que logra con el apoyo de sus hijos.
“Cada año nos organizamos en la familia para elegir el tema y saber lo que vamos a elaborar para presentar al jurado y al público, quien es uno de los más grandes críticos de lo que se presenta en el zócalo capitalino”, expone.
“Fiestas de mi pueblo”, “Cuilápam tierra de la Danza de la Pluma”, “La Samaritana”, “Centro Histórico de Oaxaca”, “Fiestas de los Muertos”, además de “Las comparsas de Noviembre”, son algunos de los temas que han cautivado a los visitantes.
El hombre relata que durante la comida que organiza en su casa domingos previos a diciembre y ubicada en la colonia Las Flores de esta capital, definen el tema a desarrollar y la mecánica de su participación.
“Tengo el apoyo de mis cuatro hijos para participar, primero vamos por la cosecha de los rábanos, desde el cambray hasta los grandes tubérculos y que se emplean para las figuras de gran tamaño y que forman los escenarios”, expone.
Nosotros trabajamos toda la noche del 22 de diciembre para que el rábano no se deshidrate y queden bien armadas las figuras elegidas, si el tubérculo se deshidrata, no luce igual cuando se expone, admite.
“La satisfacción es grande cuando pasa la gente y reconoce tu trabajo, pero lo más importante y fundamental es la preservación de las tradiciones y la cultura del estado de Oaxaca”, asegura.
González Cabrera reconoce que las autoridades estatales han realizado algunas actividades para fomentar las tradiciones entre las nuevas generaciones, pero se requiere hacer un poco más por la cultura de Oaxaca.
¿Qué nos ha dejado el participar y ganar en el concurso de la Noche de Rábanos?, sin duda una gran satisfacción por lo que hemos aprendido en lo artesanal, pero sobre todo esa gran unidad familiar, dice con alegría.
“Es un trabajo pesado, pero sin duda de grandes emociones que se reflejan la noche del concurso, así como platicar y sonreír con la gente que acude al zócalo con sus familias e hijos pequeños”, apunta.
Pero también sostiene que lo económico es un incentivo para su familia pero no lo fundamental, dado que es más importante la convivencia, el intercambio de conocimiento y hacer amistades.
Un poco de historia
El 23 de diciembre es una noche para admirar un espectáculo único en donde los protagonistas son los rábanos.
Desde finales del siglo XIX, en el centro de la capital oaxaqueña tiene lugar la llamada Noche de Rábanos.
En ella, los ciudadanos realizan creativas figuras hechas con rábanos, con el fin de vender los productos y realizar concursos de esculpir figuras en estos vegetales.
El primer concurso fue organizado a instancias del entonces presidente municipal Don Francisco Vasconcelos.
Desde entonces, las figuras caprichosas de los rábanos, la filigrana de la flor inmortal y la suave textura del totomoxtle son sometidas por nuestros artesanos a formas simbólicas que recrean escenas tradicionales del patrimonio cultural.
Recordaron cómo el antiguo mercado de flores y legumbres fue el primer escenario en el que los horticultores de Trinidad de las Huertas destacaron el colorido, texturas y aromas de hortalizas y demás vegetales que se consumían en la comida de abstinencia del 24 de diciembre.
Esta celebración, junto con las calendas y la Misa de Gallo, eran las festividades navideñas del siglo XIX.
Para las autoridades es un honor el celebrar la tradición que ha perdurado a través de más de cien años, una fiesta de creatividad e ingenio que llena de colorido el zócalo de la ciudad.