En esta comunidad indígena ubicada a tres horas de la ciudad de Tlaxiaco, en una montaña que se encuentra a más de dos mil metros sobre el nivel del mar, el frío y el intenso sol no impide que la gente se envuelva de algarabía para celebrar el Cuarto Viernes de Cuaresma en honor al Apóstol San Pedro.
El día 28 de marzo el pueblo amanece envuelto en las densas nubes de la Mixteca Alta y en el olor de la leña quemada que anuncia los días de fiesta. Después de las Mañanitas en el templo, empiezan a llegar las madrinas de las comunidades vecinas y de los diferentes barrios de San Pedro El Alto, San Mateo Peñasco, Tlaxiaco, portando canastas con regalos y los toritos pirotécnicos que serán quemados durante toda la festividad.
Con un estilo musical que corre en sus venas, portando un traje típico de la montaña con blusa blanca y tejidos rojos, las madrinas comienzan a bailar al ritmo de las cuerdas y los instrumentos de aliento. Los embajadores, que en otras comunidades son nombrados mayordomos, son los encargados de coordinar el arribo de las personas, mientras que todos se van reuniendo en la cancha municipal.
Las mujeres forman una fila y empiezan a desfilar bailando y mostrando sus ofrendas, algunas cargando al niño en el rebozo o tomándolo de la mano. Enseguida se reparte el pulque extraído en la misma comunidad para que la fiesta no pare.
Las señoras preparan sus flores y las velas para caminar al atrio del templo, sin dejar de bailar, van dejando sus ofrendas a la imagen católica. Las familias invitadas se sientan en todos lados y no dejan de tejer sus sombreros y tenates, mientras disfrutan del clima fiestero de San Pedro. A mediodía sale el recorrido de las madrinas por las principales calles de la población, todos los grupos que llegaron acompañan bailando, mientras los cohetes anuncian el paso del recorrido.
Con el rostro cubierto con pañuelos, sombrero vaquero, cuernos y listones de colores, los jóvenes se suman a la celebración; se puede ver bailar a los monos que fueron creados por la misma comunidad y vestidos con el traje típico. Tomando otro trago de “fuerte” a la banda se le olvida el calor y no para de alegrar la tarde.
Después de disfrutar de un pedazo de carne de la montaña, un atole de gallina y mole, el baile continúa hasta llegar la noche y la quema del castillo y los toritos. Algunos amanecen con la fiesta, otros duermen en la cancha o bajo los árboles. Con los primeros rayos del sol todos van a la cancha municipal para disfrutar de los eventos deportivos, algunos prefieren subir la montaña para estar más cerca de dios y dar gracias por regresar con su familia un año más.
El sábado 20 de abril la imagen del Apóstol San Pedro recorre las calles del pueblo en una procesión que es acompañada por todos los habitantes. Esta fiesta es una tradición que forma parte de un legado milenario de los pueblos de la lluvia, los nunca conquistados.