Angelica Vasquez, moldea las Voces del Barro de Atzompa

Por: Miguel Ángel Maya Alonso

En sus manos una porción de barro se convirtió en arte. Lejos del mar, pero cerca de la fantasía, la pequeña sirena nació en las manos de una artista oaxaqueña, primero su cuerpo, después la aleta y por último los ojos, la ceramista Angélica Delfina Vásquez Cruz moldea la tierra y convierte los sueños en realidad.

“Hago las obras que dicta mi corazón atrapando leyendas e historias de nuestra cultura, las anécdotas que nos platican nuestros padres y abuelos, lo que vivimos además de nuestros propios sentimientos”, dice Vásquez Cruz, quien es originaria de Santa María Atzompa.

 

Fotos: Adrián Gaytán

Descendiente de una familia de artesanos, inculcó a sus hijos el amor por el arte; los hijos de Angélica hicieron lo mismo con sus descendientes, la tradición continúa.

“Cumplo 54 años de trabajo profesional. Aprendí a utilizar la cerámica, pero primero dominé todo lo utilitario, vengo de la alfarería. Después, por cuestiones de la vida, económicas y el amor que le tengo a mi trabajo, cambié para el arte”, nos cuenta.

Entre la cerámica y la alfarería

En lo más alto de un cerro de Santa María Atzompa, donde hace milenios los zapotecos y mixtecos construyeron sus viviendas y hacían con el barro utensilios, Angélica lo sigue haciendo, encontrando Voces del Barro, como se llama su galería.

“La alfarería consiste en crear cosas utilitarias, mientras que la artesanía o arte ya es otra forma de ver el mismo trabajo, aunque es el mismo barro el que trabajamos, sin embargo lo transformamos de diferente manera”, explica la ceramista.

Los colores y formas sobran en la galería, ahí donde Angélica ha construido su hogar, “estoy aquí porque no tenía dónde vivir y llegué a este espacio, que era muy solitario, lleno de espinas y piedras”, sigue. En ese lugar, con cuatro hijos y sin un peso en la bolsa tuvo que reconstruir su vida, tuvo que crear una nueva.

 

Fotos: Adrián Gaytán

“La cerámica es un contraste de todo, ¿por qué? por necesidad empecé a innovar, que en aquel tiempo ni siquiera conocía esa palabra, el tiempo pasó y se fue transformando la forma del trabajo, el sentimiento y ahora lo que me gusta es plasmar las historias”.

Del amor dulce al amargo

Con más de cinco décadas creando con el barro, busca refrescar su trabajo, pues ha experimentado con el arte abstracto, le gusta describir a la gente y muchas veces se concibe que el amor es dulce, pero también puede ser amargo.

“Tenemos que seguir luchando y trabajando, tratar de ser atractivo, porque en el querer está el poder, si tú quieres seguir haciendo arte lo vas a hacer, claro, vas a sufrir hasta que te des a conocer, porque eso es lo que me pasó a mí”, asegura Angélica.

 

Fotos: Adrián Gaytán

La ceramista explica que se siente afortunada con su trabajo, sobre todo porque a la gente le gusta lo que crea, “le doy gracias a la tenacidad, porque si uno no tiene tenacidad, no puedes alcanzar, si no tienes amor a tu trabajo no puedes triunfar”.

Coleccionista de premios y de diplomas

En 2008 Angélica fue galardonada con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Artes y Tradiciones Populares otorgado por la Secretaría de Educación Pública, lo que ayudó para que construyera su propia galería.

“Aparte del premio nacional los más importantes son el de Teodora Blanco, el de Pantaleón Pan Duro, que es por trayectoria”, dice Angélica, quien siente que cada uno de los reconocimientos lleva una parte importante de su carrera, y no son pocos los diplomas que presume en una pared de su galería.

“Una de mis obras se encuentra en el Museo de Antropología e Historia en la Ciudad de México. Tengo muchas obras y es difícil encontrar cuál es la predilecta, es difícil, ya que todas tienen un sentimiento, todas tienen un alma”, detalla la ceramista.

Aunque no olvida las primeras piezas que salieron a la venta en los mercados, jarritos, macetas, juguetes, “en cuanto al arte, desde los 10 años ya fui profesional. Me siento muy contenta haciendo mi trabajo, como persona y como mujer, y todavía tengo muchos sueños”.

 

Fotos: Adrián Gaytán

Guelagueta, color y cultura

Para Angélica la Guelaguetza es la celebración más bella de Oaxaca, sin embargo, cuando habla de esta fiesta, la nostalgia la invade, pues recuerda cuando en su niñez iba con sus padres a vender las cazuelas y jarros, entonces subía en los árboles para disfrutar de las presentaciones, así conseguía los asientos de primera fila.

“Ese auditorio no estaba, era otra cosa. Cambió mucho. No había tanto conjunto, de tantas delegaciones”, recuerda la artista, “hay algunas cosas que no me gustan mucho, creo que todo es bonito, pero hay que saber qué es lo nuestro”.

Con todo y las contras que tiene la actual Guelaguetza, Angélica reconoce que si tiene la oportunidad de asistir al menos a la calenda, lo hace, “porque me nace, porque son los colores que nosotros tenemos y el grito de la alegría que nos hace vivir, eso es lo que a mí me encanta de la Guelaguetza”.

 

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