La Candelaria, celebración que reúne a la familia

Una costumbre que no se sabe con precisión cuándo tuvo su origen, es la llamada “Rosca de Reyes”, algunos autores platican que esto surge en la antigua Europa, en donde la gente se reunía para festejar el advenimiento de Jesús en el seno familiar y lo que se ofrecía a los comensales era el pan (que simboliza la vida), el cual se elaboraba artesanalmente en casa y tenía la forma de un círculo (que significa armonía). Por supuesto la reunión era de recogimiento, de recuerdos familiares y de veneración al niño Jesús.

En Oaxaca el 6 de enero o desde días antes, los panaderos elaboran Roscas de Reyes y las venden en los puestos de los mercados, panaderías, y otros establecimientos; la gente se reúne para festejar este hecho, pero con otra connotación más festiva, y en cada rosca se colocan muñequitos que representan al niño Jesús, y cuando se parte, al que le toca tiene la obligación de ofrecer en una reunión que se realiza el 2 de febrero “Día de la Candelaria”, tendrá que dar tamales, refrescos, atole y otras viandas.

La festividad de la Virgen de la Candelaria, está referida originalmente a lo que señala San Lucas en su Evangelio: “Trascurrido el tiempo de purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: “Todo primogénito varón será consagrado y también para ofrecer un par de tórtolas o dos pichones”.

Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:

“Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos; luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel”.

El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: “Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma”.

Había también una profetisa, Ana, hija de Manuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.

Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.

Por lo anterior, se deduce que la fiesta religiosa el dos de febrero se dedica a la presentación en el templo del Niño Jesús, como lo señala San Lucas, entonces ¿por qué se refieren a la Virgen llamada de la Candelaria? En el libro Historia de los Santos, editorial Clute, página 238, dice que en San Pedro de Potosí, Bolivia – lugar famoso por sus minas de plata-, se venera a la imagen de la Candelaria, consecuencia de un hecho extraordinario que se cuenta sobre ella. “Un día de trabajo como cualquier otro, los mineros entraron con sus palas y picos al tiro de la mina, nadie se imaginaba lo que iba ocurrir aquella mañana; de pronto se escuchó un retumbo ensordecedor, las piedras rodaban por todos lados, los gritos desgarradores de los mineros se escuchaban en medio de la oscuridad, luego, un silencio aterrador. Al saberse la noticia en el pueblo, hombres, mujeres, niños, lloraban la desgracia; se supo que eran ocho hombres los atrapados. Los familiares, los amigos, los compañeros hacían todo por remover los escombros; llegar hasta el lugar en donde aquellos pobres hombres se encontraban.

El derrumbe fue tan grande que había pocas esperanzas de salvarlos, ni siquiera de sacar los cadáveres. El desaliento cundió, las tareas de rescate se abandonaron, y el luto y la tristeza se apoderó de los hogares; todo parecía perdido, pero 16 días después del suceso, sucedió algo insólito; el alboroto cundió por toda la ciudad; por las calles corría una noticia que alegró a muchos y espantó a otros: Los ocho sepultados en la mina se les vio caminar por el cerro, con el rostro desencajado, sucios y harapientos, y justo cuando en el templo se celebraba la misa en honor de la Virgen María, aquellos personajes se presentaron en la puerta; el alboroto fue mayúsculo, no era creíble los que los ojos veían; nadie sabía qué hacer o decir; ellos, caminaron hasta el altar mayor postrándose con los ojos mojados por las lágrimas ante la Virgen, dándole gracias por el favor recibido.

Luego, todo el pueblo los rodeó, tocando sus ropas repetidamente, querían abrazarlos, besar sus manos, sacudir el polvo de sus cabellos, e insistentes les pedían una explicación de lo sucedido. Ellos les dijeron que hallándose sepultados bajo tierra, habían comido pan y bebido agua sin saber de dónde habían aparecido; el cabo de vela que tenían, no se había consumido y dos de ellos vieron en sueños a la Madre de Dios asegurándoles se salvarían precisamente el día en que pudieron salir: sábado a la hora de la misa. La narración de estos hechos los escribió el señor Martínez Vela en sus “Anales de la villa imperial de Potosí”, el año de 1616.

Candelaria se deriva de “candela”, vela de sebo, según el diccionario español: lumbre, luz, que permitió a esos humildes mineros ver durante su peligroso trance, y según su relato, a dos de ellos en sueños se les apareció la Virgen María anunciándoles se salvarían el día en el que era venerada por el pueblo; por ello, ese pueblo, decidió llamarla Virgen de la Candelaria, quizás por eso el clero de la iglesia católica realiza el dos de febrero la “bendición de las velas”, pues esas velas simbolizan la luz que alumbra al hombre en la oscuridad; le señala el camino hacia su felicidad. Es la luz que alumbra al moribundo en su tránsito y lo acompaña en el más allá.

Es la Virgen de la Candelaria a la que se venera en Cinco Señores, desde que se construyó el templo por los ejidatarios, y seguramente lo dedicaron a ella, porque al constituirse la comunidad en ejido, los antiguos trabajadores de la hacienda vieron en este hecho una nueva opción, una nueva oportunidad, para enfrentar la vida con dignidad. Quedaba atrás aquella época de tantas carencias como muchos otros la sufrieron hasta que el presidente Lázaro Cárdenas, en 1938, les da lo que por tanto tiempo habían anhelado.

Por ello, el 2 de febrero, en Cinco Señores, es la gran fiesta, durante varios días se mezcla lo profano y lo religioso, con el convite, la calenda, el novenario a la Virgen, la rendida de culto por los fieles de otras capellanías, y el día de la fiesta se le ofrecen las mejores oraciones, cánticos, y todo es alegría.

Quizás alguien se preguntará porqué se le llama Cinco Señores, porque dicen algunos estudios que en la pequeña capilla de la Hacienda de Cinco Señores se veneraba a los cinco grandes de la iglesia católica: a San José, a María y a Jesús, pero también a los padres de María, Santa Ana y San Joaquín. El abandono de la hacienda trajo como consecuencia la destrucción de la capilla y de todo lo que a ella pertenecía, aunque hace algunos años todavía quedaban algunos rastros de sus cimientos, y fue ahí en donde se construyó la escuela primaria.

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