Una mazorca, aún con los granos tiernos, sale de la milpa sembrada en los campos. Junto a ella, otras más brotan entre las plantas que el campesinado ha trabajado. Para algunas personas, la cosecha y el alimento vendrá muy pronto.
Sin embargo, lo que ocurre cada año cuando los campos se tiñen de verde no es algo nuevo. Muchas culturas han logrado a través de la siembra su subsistencia y gran variedad de alimentos y bebidas.
Nuestra cultura es una que vive alrededor del maíz, dice María Concepción Villalobos, coautora del libro Centéotl en los Lunes del Cerro, obra en la que junto a otros estudiosos indaga en la figura de la deidad y su relación con la alimentación y la naturaleza a partir del maíz.
“En todas las culturas del mundo el contacto con las necesidades básicas ha sido fuente de innumerables rituales, actividades, cultos e iconografías, porque lo que los pueblos buscan es garantizar la alimentación y la sobrevivencia”, explica.
Centéotl es la deidad a la que se ofrecían rituales para tener una buena cosecha en el Oaxaca de hace varios siglos y a la que se sigue recordando cada año durante las fiestas de Guelaguetza, ahora con la elección de la mujer que representará por unas semanas a la deidad.
Sin embargo, quizá pocos recuerden que la veneración de la diosa se hacía en el Cerro de la Bella Vista, el cerro del Tani Lao Nayaalaoni, como lo llamaban los zapotecos y que ahora conocemos como El Fortín de Zaragoza.
Villalobos cuenta que es en los Lunes del Cerro donde se puede hallar la referencia de Centéotl y aunque remarca que no hay un documento histórico que hable de ello, es en las crónicas y la tradición oral donde se le encuentra.
Asimismo, que aunque hay crónicas que dicen que los rituales a la deidad del maíz se empata con la fiesta del Carmen Alto, no es del todo certero, por tratarse de dos épocas, la prehispánica y la de la Colonia. “Pero ahí también tenemos otra fiesta en julio y que tiene que ver con una diosa, que es la virgen María, de alguna manera es la representación femenina desde el punto de vista católico”.
Instalado el culto a la Virgen del Carmen, la gente iba al cerro a cortar las azucenas y bajaba a ver a la imagen. Esta práctica de encontrarse con la naturaleza y de un paseo que se hacía en el Oaxaca de los abuelos, se conjuga en años posteriores con otro tipo de celebraciones.
Un rastro más de Centéotl se encuentra en 1932, cuando la ciudad de Oaxaca celebraba los 400 años de haber sido elevada a este rango y el gobernador de entonces, Francisco López Cortés, convoca a todas las regiones del estado a hacer el Homenaje Racial, en abril.
De esta forma, entre bailes de las regiones del estado, Centéotl se puede percibir a través de la Señorita Oaxaca, Margarita Santaella, que se convierte en la anfitriona de la fiesta.
“Y entonces, cuando este homenaje racial resulta bonito e interesante, integrador, sanador del terremoto del 1931, se repite en una o dos ocasiones más hasta que para los años 50 ya se instituye en julio”.
No obstante, es en julio de 1934 cuando se hace un montaje denominado El culto a la Diosa Centéotl. “Ahí volvemos a escuchar esa palabra, y se retoma el sentido de por qué la gente estaba en el cerro, porque había un culto a la diosa Centéotl.
Más tarde, en el año 1969, el comité organizador de los Lunes del Cerro, y ya con el nombre de Guelaguetza, se convoca a un concurso de “belleza étnica”, en el que se buscaba la belleza más cercana a las culturas originarias.
“Es muy complejo esto porque vas creando un cliché y un estereotipo, porque somos un pueblo mestizo”, comenta Villalobos sobre el certamen vigente, pero que en su última convocatoria eliminó el límite máximo de edad de las concursantes.
El primer concurso del que habla Concepción Villalobos, lo gana una representante de Pinotepa Nacional, Dora Rodríguez Baños, “y de ahí empezamos a construir esta historia que vivimos año con año como el concurso de la Diosa Centéotl”.
Hoy se elige a la mujer que representará a la deidad durante los Lunes del Cerro y que a decir de Margarita Toledo, del Comité de Autenticidad, es quien debe presidir las fiestas, no el gobernador en turno.
“Porque realmente para eso se creó esta fiesta, para dar gracias a la diosa por las buenas cosechas, por la lluvia, por todo lo bien que había derramado sobre la tierra”.
Concepción Villalobos, quien en este año es parte del jurado del certamen, expresa que a través del libro en que colaboró con Prometeo Sánchez Islas, María Luisa Acevedo Conde, Demetrio Quiroz y Guillermo García Manzano, se buscó visibilizar a todas las que han sido elegidas como representantes de la deidad y que la figura de Centéotl no pasara como un elemento de ornato ni fuera opacada por el gobernante en turno o sus invitados especiales.
“Nosotros buscamos que sus historias se conocieran y sobre todo que la fiesta gire en torno a Centéotl porque nos da un sentido, le da un sentido a este encuentro social que es el Lunes del Cerro y le da un sentido a este encuentro racial que es la Guelaguetza como hoy la llamamos”.
“Las mujeres que se inscriben a este concurso ya tiene la esencia de la Diosa Centéotl y lo que el concurso busca es identificar a la que más lo representa, a la que puede ser nuestra representante y la que va a presidir la fiesta”.
Venerar a Centéotl unas semanas, como lo hicieron los antepasados es venerar a la tierra y venerar esta conexión que nos nutre esencialmente, considera Villalobos.
“El certamen es donde vas a escuchar de la tradición, donde vas a escuchar hablar de los trajes, es ahí donde vas a conocer incluso la visión que los pueblos de ahora tienen del mundo y es ahí donde encuentras el desfile real de las distintas culturas que enriquecen y que compone nuestro estado”, finaliza.